«Caminemos, familias sigamos caminando, porque lo que se nos promete es siempre más».
Exhortación Apostólica Amoris Laetitia n°325 Santo Padre Francisco
ORACIONES PATRONATO
Esta bendición la da San Francisco de Asís a fray León y a sus demás hermanos. En ella, se invoca la protección divina para fray León y sus hermanos. Explicación de la bendición Las primeras tres líneas de la bendición son una fórmula sacerdotal del Antiguo Testamento. San Francisco incorpora las palabras finales "El Señor te bendiga, hermano León". Esto le da a la bendición un matiz personal, ya que el Señor conoce a sus ovejas por su nombre. San Francisco traza el signo de la cruz sobre fray León, expresándole la fuerza salvadora que brota de ese signo. La bendición pide que Dios bendiga, guarde y muestre misericordia a la persona a la que va dirigida. ¿Quién fue fray León? Fray León fue un sacerdote y compañero de San Francisco. Era conocido por su gran pureza de alma y sencillez. San Francisco lo escogía con frecuencia como compañero y le hacía confidente de sus secretos. (Cf. En Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIII, n. 68 (1994) 191-200. En L. Lehmann, Francisco, maestro de oración, pp. 215-226)
La oración ante el crucifijo de San Damián es una petición de fe, esperanza, caridad y humildad, para cumplir la voluntad de Dios. Se hace en un contexto en donde Francisco se encuentra en crisis y oscuridad, y le pide a Dios que ilumine su corazón. El proceso de conversión de San Francisco fue largo, y en él se inserta esta oración. El Señor lo iba conduciendo mediante acontecimientos sucesivos por caminos que Francisco no acababa de entender ni sabía a dónde le llevaban. Su gran preocupación era conocer la voluntad de Dios, saber lo que el Altísimo le pedía, y acertar el rumbo que debía emprender, para lo que recurre a la oración. Un día en que paseaba junto a la iglesia de San Damián, llevado del Espíritu entró en ella y se puso a orar fervorosamente ante la imagen del Crucificado, que piadosa y benignamente le habló así: «Francisco, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo». La mayoría de los testimonios de los manuscritos dice que fue entonces cuando Francisco recitó esta oración como respuesta al mandato que acababa de recibir. El contenido de la oración encaja perfectamente en las circunstancias del acontecimiento. Pero es de lo más normal que, en sus largas horas de oración buscando los caminos del Señor, el joven Francisco le pidiera que Su luz disipara sus tinieblas, y que las virtudes y los frutos del Espíritu le permitieran conocer y cumplir, sin demora ni tergiversación, la voluntad de Dios. Ciertamente, esta oración, en su densa brevedad, puede ser la oración de multitud de cristianos (Selecciones de Franciscanismo, vol. XX, n. 58 (1991) 65-76).
Las Oración para todas las horas, (Alabanzas que se han de decir en todas las horas), es una oración pensada y compuesta como preparación para la recitación diaria del oficio divino, la oración diaria que realizaban y aún rezan los religiosos. Es una oración Trinitaria, llena de elogios a la bondad de Dios y de ponerse a disposición de Él y de los demás. (Cf. L. Lehmann, Invitación gráfica a la alabanza. La «Exhortación a la alabanza de Dios», en Selecciones de Franciscanismo n. 61 (1992) 65-76.)
El joven Francisco había aprendido algunas oraciones en la escuela y en su participación en el culto divino. El «Te adoramos» es, sustancialmente, una oración transmitida por la tradición, una fórmula litúrgica con la que Francisco estaba familiarizado. Francisco asimila lo previamente formulado, y lo reelabora. Vive de la tradición, de ese bien supremo, de ese rico tesoro que es la liturgia. Pero lo asimila y lo hace suyo propio. En el presente caso, añade a la fórmula litúrgica varias adiciones personales. Ésta nuestra fórmula de adoración, se revela como un elemento fundamental de la vida de oración de Francisco. La adoración, con palabras y gestos, con amor y entrega, practicada desde muy pronto y luego tantas veces repetida, llegó a convertirse en un rasgo fundamental de su vida. Su vida es adoración y alabanza. El «Te adoramos» nos ha mostrado cómo utilizaba Francisco los textos recibidos de la tradición: no los repetía mecánicamente, sino que penetraba en ellos, los meditaba, los modifica y adapta. Los empleaba de manera creativa. (Cf. En Selecciones de Franciscanismo, vol. XX, núm. 60 (1991) 323-334. En L. Lehmann, Francisco, maestro de oración, pp. 49-60)
Fernando (nombre de pila), nació en Lisboa a finales del siglo XII. Muy joven ingresó en los canónigos regulares de San Agustín en Lisboa y después pidió el traslado a Coimbra. Aquí conoció a los franciscanos que se dirigían a Marruecos, cuyas reliquias contempló después de su martirio. Ansioso de propagar la fe entre los Musulmanes y de sufrir él mismo el martirio, se pasó a la Orden de Hermanos Menores. No logró su intento: cayó enfermo en Marruecos, y la nave en que regresaba a su patria fue a parar a Sicilia. Estaba destinado a desplegar su apostolado en regiones del mediodía de Francia y en Italia, infestadas por la herejía, y a ello se dedicó, tras un período de vida eremítica, cuando la Providencia quiso poner de manifiesto los talentos de que le había dotado. Fue el primer profesor de teología de la Orden. Escribió sermones llenos de ciencia, elegancia y unción. Murió en Padua en 1231. Tras su muerte, el Señor multiplicó los milagros por su intercesión. Lo canonizó Gregorio IX en 1232 y Pío XII lo proclamó doctor de la Iglesia en 1946 (Cf. Agostino Gardin, min. gen. o.f.m.conv. SAN ANTONIO DE PADUA PRESBÍTERO FRANCISCANODOCTOR DE LA IGLESIA, directorio franciscano, franciscanos.org). Patrono y protector de nuestra Escuela Patronato San Antonio.